merienda dominical





Cogió el cuchillo. Empezó a amenazar con la punta a cada uno de sus hijos. En fila india contra la pared, ninguno se ofreció voluntario a salir. De izquierda a derecha, de derecha a izquierda, apuntaba. En ellos había rostros de sorpresa, de debilidad, de temor.

Volvió a repetir la pregunta:
¿Quién?, ¿quién de vosotros ha tenido la idea de llevarme al asilo porque estoy chocheando?

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