Hablar de Augusto Monterroso es hablar de lo mastodóntico, de lo extingido, de lo que despertó. Guatemalteco de origen y mexicano de convicción, es el autor del célebre Dinosaurio. Se ha escrito centenares de artículos sobre el significado de aquellas siete palabras. Su producción, si bien breve, va más allá de un sólo texto. En esta ocasión, rescato el Decálogo del escritor, que viene al hilo de otros decálogos, como el de Horacio Quiroga y Guillermo Samperio.
![]() |
Augusto Monterroso, cazador de gripes y de dinosaurios |
Primero. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
Segundo. No
escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen
tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin
duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace
justicia.
Tercero. En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".
Cuarto. Lo
que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con
una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas
nada con cincuenta palabras.
Quinto. Aunque
no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista,
como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el
que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
Sexto. Aprovecha
todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el
primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus
amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de
un Byron, o ganar tanto como Bloy.
Séptimo. No
persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista
hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un
buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
Octavo. Fórmate
un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los
poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el
estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.
Noveno. Cree
en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda,
cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría
que puede acompañar a un escritor.
Décimo. Trata
de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el
fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que
efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más
inteligente que él.
Undécimo. No
olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor
que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no
intentarías meterte en este oficio.
Duodécimo. Otra
vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les
des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus
creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y
nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo
en el supermercado.
![]() |
Monterroso leyendo un libro de la editorial Porrúa |
No hay comentarios:
Publicar un comentario