compartida




"Y con todo, ya verás cómo ni te mueves ni me muevo"
Clarín

Una noche de insomnio, escuché nítido en la oscuridad: Qué, ¿me abres?
─ Será una fantasía mía ─pensé─.
Y no le di mayor importancia. Pero aquellas palabras ─susurros helados─ regresaron como los ecos de una antorcha. Qué, ¿me abres?
 
No me importó cederle un sitio. Nos quedamos los dos en la horizontal mullida, compartiendo el calor y el vaho, lo efímero que los hombres dejan tras de sí.
Yo entonces estaba ─en realidad─ algo estrecho, pero no quise hacérselo notar.  

El otro día también llamé ─me informó─, y no llegaste a abrirme.
Como el tiempo se me dilataba a expensas de ese cruel insomnio, desrecordaba la exactitud a que se refería, y las horas manchadas de blanco llenándomelo todo.
─ Lo más posible es que estuviera dormido ─le dije─. No te apures.

Después, escuchamos cruzar en bajura el vuelo de un lamento solitario, como navaja a ras de la tierra baldía. Y en lo sucesivo, nada más. Me quedé así, mano sobre mano, sin saber qué decir, esperando que el abrigo de la noche me hubiera cubierto totalmente.

2 comentarios: