“El
embudo traga agua, leche, vino, lentejas. Todo cuanto le echemos.”
Así comienza el Tratado de las cosas,
del doctor Maxime
Villén. Pero el mío, más que tragar pierde, gota a gota,
especialmente algunas tardes de verano. Cuando salgo a la calle
arrecia un calor inasible y se me deshace en la cabeza como elefante
de hielo al sol. Tengo férreas tentaciones de colgarlo, de tirarlo, de dejármelo en casa al
salir. Pero me mueve, en
realidad, el miedo de que
pase ella y no me reconozca y que al pararla me diga que soy un mero
impostor. Ella volverá, así me lo dijo en su despedida. Desde
entonces, estoy condenado a llevar el embudo siempre puesto,
jineteando las calles, como un Napoleón de mi Kansas,
esperando a Dorothy
regresar.
[La foto fue tomada en la Public Library de Lexington, KY, y la obra es de Steve y de su hija Jacqueline Winter.]
[La foto fue tomada en la Public Library de Lexington, KY, y la obra es de Steve y de su hija Jacqueline Winter.]
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